Ya han pasado cuatro meses desde que Rusia invadiese Ucrania dando comienzo a un conflicto armado con pocas posibilidades de terminar en el corto plazo. Una guerra que ha demostrado la fragilidad del mundo globalizado en el que vivimos, y de la que sufrimos las consecuencias en nuestro día a día ante el aumento desorbitado de los precios y de la inflación.
No obstante, el conflicto ruso-ucraniano no solo tiene consecuencias en el territorio europeo o en el mundo occidental, pues su sombra también se puede sentir en el continente africano. Allí es donde se encuentran la gran mayoría de países que necesitan del grano ucraniano para poder sobrevivir.
De hecho, según un informe de la Unión Europea, 25 países africanos dependen directamente de la producción de grano en Ucrania, especialmente lugares como Somalia o Eritrea cuya dependencia alcanza cuotas del 90%. Otros, como Egipto y Líbano son del 80%.
Peligro de hambruna
Pero la no importación de un alimento tan básico como el grano no es la única dificultad a la que se han de enfrentar los africanos, pues muchos lugares, como el Cuerno de África, formado por países como Sudán, Etiopía o Kenia, deben sumar a la falta de suministro el estar sufriendo una de las sequías más graves de los últimos 40 años.
Una situación que ha puesto en peligro de hambruna a unos 20 millones de habitantes, según datos de la ONU, que avisa de “una crisis sin precedentes”. La Red Global de Crisis Alimentaria pone el foco en tres territorios principalmente: Sudán del Sur, Yemen, Etiopía y el sur de Madagascar.
Pero a estos territorios no solo les afecta el estancamiento de la salida del grano de Ucrania, sino también el hecho de que otros muchos países que podrían hacerles llegar esta materia prima tampoco son capaces de exportar por dos razones principales: la falta de fertilizantes y la crisis climática.
No solo el trigo o la avena llega desde los países bálticos, sino también los fertilizantes para que estas plantaciones puedan dar su fruto. Rusia y Bielorrusia son los dos principales exportadores de estos químicos, pero las sanciones impuestas contra ambas naciones por su participación en la guerra de Ucrania ha hecho que estos productos dejen de llegar a lugares como América Latina, Europa y Asia, que tienen una dependencia de los fertilizantes rusos de hasta un 30%.
Por otro lado, países como La India, que se había comprometido a aumentar sus niveles de exportación de trigo, como segunda nación productora del mismo, han tenido que reducir las expectativas después de una de las mayores olas de calor sufridas en toda su historia.
Tras alcanzar en muchas zonas del territorio temperaturas superiores a los 50º se han visto obligados a cancelar las exportaciones por la bajada alarmante de la producción y la subida de los precios, con el fin de asegurar el abastecimiento nacional. Otros 20 países del mundo también han seguido su camino prohibiendo la exportación de cereales y otros alimentos. Entre ellos, Kazajistán, Serbia o Argelia.
Hambre → Inestabilidad política → Migración
Pero además de enfrentarse al hambre, todos estos países en peligro de desabastecimiento y hambruna tienen que hacer frente a una crisis económica y política que no para de aumentar. Si el pueblo no come se rebela y si se rebela contra el gobierno, esto puede acabar derivando en guerras civiles o étnicas que pueden durar hasta varios años o, incluso, décadas.
Esto ya se ha podido ver en lugares como Sri Lanka o Pakistán donde las revueltas populares ya causaron numerosos disturbios en primavera ante el aumento de la inflación y la falta de soluciones del gobierno.
Una situación que se puede calcar en lugares como el Cuerno de África donde la estabilidad política siempre ha pendido de un hilo muy fino. De hecho, en países como Marruecos, el gobierno ha empezado a repartir pan entre las clases populares para intentar paliar un poco el hambre causada por el aumento desorbitado de los precios en los productos de consumo básico.
Y si no hay que comer, no hay un gobierno fuerte y el país estalla en una guerra civil, los habitantes deciden abandonar sus hogares para intentar buscar un futuro mejor, lo que podría provocar una crisis migratoria sin precedentes que podría suponer la movilización de 200 millones de personas, solo en el Cuerno de África. Un desplazamiento que afectaría, sobre todo, a las fronteras europeas situadas en el Mediterráneo.
Solo en España, la llegada de migrantes africanos a las costas canarias ha aumentado en un 20% con respecto al mismo período de 2021, con datos tan alarmantes como el rescate de 965 personas en el mar en tan solo una semana.
En búsqueda de soluciones
Para la ONU la solución pasa por realizar una acción conjunta a nivel mundial que mantenga los mercados abiertos, levante las restricciones y facilite la distribución mundial de alimentos priorizando la llegada de estos a los países que más los necesitan.
No obstante, como no todas las naciones del mundo están dispuestas a esto, países como España ya han dado comienzo a su propia iniciativa para poder llevar el grano y los cereales a los países que más lo necesitan.
Gracias a un acuerdo en el que también participan Polonia, Francia y Luxemburgo, España planea sacar de Ucrania 8.000 toneladas de grano a través de un corredor ferroviario que llegará a puertos mediterráneos como Tarragona, Barcelona o Cartagena para facilitar así su exportación a la zona del Magreb y el norte de África.
Según los datos aportados por la Unión Europea, se estima que hay 20 millones de toneladas de grano atrapadas en el puerto de Odessa. La idea es que los trenes ucranianos, que utilizan un ancho de vía diferente al europeo, lleguen a la frontera con Polonia y desde allí sean descargados a otros trenes que cruzarán Polonia, Alemania, Francia y Luxemburgo hasta llegar a los puertos españoles.
A lo largo del mes de julio se esperan poder sacar 600 toneladas y seguir aumentando la cantidad de grano hasta llegar a las 8.000 toneladas liberadas en agosto. Los cereales serán repartidos según necesidad dentro de los países consumidores y con la aprobación en todo momento del gobierno ucraniano.