La Oficina de Drogas y Crimen de la ONU, UNODC según sus siglas en inglés, ha realizado un exhaustivo informe para conocer cuáles son los motivos que llevan a los africanos a dejar su hogar y lanzarse al mar en busca de un mundo mejor, analizando sus perfiles, sus decisiones, las rutas que siguen y las mafias que les captan y les ayudan en su intento de llegar a Europa.
Tal como se ha publicado en el informe, es muy complicado para las autoridades poder dar con los mafiosos y los traficantes que captan a los migrantes ya que estos nunca llegan a captarlos directamente, sino que el contacto con las víctimas se hace a través del boca a boca. De hecho, son otros migrantes, o familiares de migrantes que han llegado a Europa, los que funcionan como enlace.
Normalmente los primeros encuentros entre el traficante y la víctima en África occidental se producen en lugares públicos como estaciones de autobuses, aparcamientos de taxis, cafeterías o peluquerías. En otros lugares como Marruecos o Mauritania, a los migrantes no les hace falta salir de los barrios en los que viven, normalmente “ghettos” donde conviven los africanos occidentales, para conseguir la información necesaria para ponerse en contacto con un traficante.
Las mafias no se pisan entre sí, por eso las del norte y el oeste de África no se cruzan con aquellas que trabajan únicamente en la costa noroccidental. Las del norte suelen ser organizaciones fragmentadas con muchos eslabones en su cadena, conductores, facilitadores así como los llamados “coxeurs”, jóvenes que por unas monedas acompañan al “cliente” a los puntos de partida o zonas de encuentro con los traficantes.
Un joven de Gambia entrevistado para el estudio contaba que él fue captado en una estación de autobuses por uno de sus compatriotas que le arregló un viaje hasta Kayar (al norte de Dakar en Senegal) y desde allí se puso en contacto con un hombre senegalés que fue quien organizó el viaje hasta las Islas Canarias. El primer contacto siempre es con un “coxeur” o facilitador, normalmente los migrantes no conocen al traficante hasta que no se suben al barco con el que van a recorrer el mar.
Antes de llegar al mar
Una vez que el contacto está hecho, los migrantes tienen que buscarse la vida para llegar al punto establecido de salida. En Marruecos y el Sáhara occidental normalmente utilizan los llamados “taxi-mafias” que trabajan en la misma red que los traficantes. Una vez que llegan al punto de encuentro, los migrantes tienen que esperar a que se reúna el suficiente número de personas y que las condiciones meteorológicas sean favorables.
En este punto del viaje, las experiencias difieren entre los que salen de Marruecos y los que lo hacen desde las costas del Sáhara Occidental. Mientras los de Marruecos esperan en pequeños hoteles situados en los pueblos, compartiendo habitaciones entre ellos y hasta con los traficantes para reducir costes, los que salen desde las costas del Sáhara, tienen que hacerlo en casas privadas que se encuentran en localizaciones remotas con condiciones de vida precarias. El acceso al agua, a la limpieza y a la comida suele ser limitado aunque suelen estar más cerca de los puntos de partida.
En la playa, los traficantes siempre llevan la cara tapada con pasamontañas y utilizan nombres falsos para evitar su posible identificación. Mientras cargan la embarcación con agua, comida y gasolina para unos días, están pendientes de las comunicaciones entre los guardacostas.
En el mar
Una vez en la embarcación, los traficantes se quedan en tierra, no sin antes dar un curso rápido de navegación a uno de los migrantes que viaja, cuya tarea será asegurarse de que el barco llegue a las costas de Canarias, obteniendo un descuento en la suma que hayan pagado.
Estos “capitanes” suelen ser hombres con experiencia en navegación, que hacen turnos para vigilar que el bote va en la dirección correcta tanto de día como de noche. El estrés de estar en mitad del mar, la falta de agua y comida, las quemaduras y su situación personal hace que, en muchas ocasiones, los pasajeros pongan en peligro su vida al moverse dentro de la embarcación y desestabilizarla, sobre todo cuando el tiempo no acompaña.
Desde el momento en que el barco se lanza al mar, los pasajeros se quedan completamente desconectados del mundo y de los mafiosos, y tienen que confiar en el GPS que les han proporcionado para poder mantener el rumbo.