La movilidad entre países y territorios siempre ha sido una característica innata en las poblaciones africanas. Gambia, un pequeño país de la costa occidental de África rodeado completamente por Senegal, se ha convertido en el refugio de muchos migrantes que buscan una vida mejor y que la encuentran gracias al viejo oficio de coser.
Es el ejemplo de Hamadou Tougou, originario de Guinea Ecuatorial, que llegó a Gambia con 16 años en 1996 con un objetivo claro: “Buscar comida”. Como ya conocía el oficio de sastre, no le costó mucho encontrar un trabajo cosiendo y rematando. Actualmente trabaja solo y, tal como le ha contado al periodista de El País, Rodrigo Santodomngo, lo que saca de su negocio sirve para que su familia viva sin apreturas, así que le va “muy bien”.
Pero Tougou no es el único, en las calles adyacentes del mercado en el que se encuentra su tienda, se pueden encontrar muchas historias parecidas. Como la de Youba Sarry, que lleva 20 años viviendo en Banjul (capital de Gambi) después de que su tío, dueño de una tienda de telas, le animase a montar su propio negocio. Ahora le va tan bien en su empeño que se está planteando montar una tienda más.
O la del liberiano, Elvis Kollie, que tras huir de la guerra civil de su país natal tuvo que esconderse en Sierra Leona a finales de los 80. Allí pudo asentarse hasta que un nuevo conflicto bélico le obligó a buscar un nuevo hogar. Después de caminar durante semanas en plena época de lluvias, Kollie llegó a Gambia donde ahora regenta un boyante negocio desde el que cuenta tranquilo su historia de superación.
La sastrería ha permitido a muchos extranjeros abrirse camino en Gambia, pero las autoridades del país también esperan que sirva para que los jóvenes gambianos encuentren una alternativa a la opción de lanzarse al mar en un cayuco.
Pues la industria textil en Gambia es un mercado al alza ya que a pesar de su pobreza, es habitual que la población priorice el buen vestir y la renovación de armario, especialmente en festividades religiosas como el Ramadán y el tabaski y en diferentes eventos sociales como bodas, graduaciones o grandes reuniones familiares…
Los distintos estampados y formas de sus ropas también informan sobre los grupos étnicos a los que pertenecen, así como su posición social o estatus religioso.Todo es color y figuras geométricas y lo que prima principalmente es la autenticidad.
Por el momento estas creaciones se quedan solo en el mercado doméstico, pero muchas organizaciones del sector ya se plantean expandir el mercado fuera de sus fronteras. Con menos de tres millones de euros en textil enviados al exterior, el margen para crecer es enorme.
Una oportunidad para las mujeres
Pese a que la industria textil es principalmente un terreno de hombres, las mujeres gambianas se están abriendo paso poco a poco. Y mientras que ellos siguen confiando en la enseñanza maestro-aprendiz, ellas buscan profesionalizarse en escuelas especializadas en el diseño y la costura.
“Siguen siendo minoría en el mercado laboral, pero cuentan con ventaja: la gente se fía más de ellas, considera que se organizan mejor y que cumplirán con su palabra”, reconoce Mamajang Camara, profesor del SS Institute of Creative Design.
En sus clases, la mayoría son mujeres, apenas hay un chico o dos entre todas ellas, una situación que no podría darse en los talleres de los mercados donde se les niega el acceso como aprendices.
A lo largo de los años el mercado ha ido evolucionando y ya casi ningún sastre de Gambia trabaja con productos autóctonos, son demasiado caros y demasiado costosos así que prefieren importarlos, tal como harían sus homólogos europeos. China es quien encabeza las importaciones con un 60%, aunque también llegan desde la India o Turquía. No obstante, todavía queda algún sastre que utiliza telas de algodón hechas y teñidas en Gambia, aunque solo para los clientes más exclusivos.