La historia de Alpha Mohamed y Houssain Ba, dos amigos guineanos de 18 años, no es muy diferente a la de otros 600 migrantes que, como ellos, fueron abandonados por Argelia a principios de noviembre en el llamado Point-Zero.
Un lugar en mitad del desierto Sáhara, fuera de la frontera argelina y dentro del territorio de Níger, donde las autoridades argelinas han hecho retroceder a miles de migrantes subsaharianos en los últimos años dejándoles a merced de las dunas y el sol.
“Nos abandonaron en Point-Zero a las 2 de la mañana y tuvimos que caminar con nuestras muletas durante horas. Finalmente llegamos a Assamaka a las 11 de la mañana”, recuerda Alpha Mohamed en una entrevista con la web Informigrants.
No les dejaron solos, junto a ellos viajaban otros 600 migrantes de Mali, Guinea Conakry, Sudán, Nigeria y Senegal, que también estuvieron deambulando por el desierto hasta que consiguieron llegar a la aldea de Assamaka, situada a 15 kilómetros de la frontera con Argelia.
Panaderos, camareros, trabajadores de la construcción, todos ellos con una vida en Argelia que les fue arrebatada cuando la policía fue a buscarles. “La policía vino a las 9 de la mañana y todos los trabajadores negros salieron huyendo. Nosotros intentamos escapar subiendo unas escaleras pero la policía nos alcanzó y nos empujó al suelo, así es como nos rompimos el pie”, recuerda Alpha. Ambos trabajaban en un edificio en construcción en Orán.
Después de una rápida visita al hospital para que les vendaran el pie, los jóvenes fueron trasladados al centro de deportación de Tamanrasset, a casi 2.000 kilómetros de Argel. Allí fueron despojados de todas sus pertenencias, móviles, ropa, dinero… y les subieron a distintos camiones de ganado para finalmente abandonarles en Point-Zero.
Assamaka, la isla superpoblada en mitad del desierto
Después de horas y horas caminando por la arena sin descanso, los migrantes expulsados llegan a Assamaka, una pequeña aldea en mitad del desierto de Níger que ha duplicado su población en los últimos años y donde casi 3.000 personas esperan poder recuperar sus vidas.
Es en este lugar donde la OIM (la organización para las migraciones de la ONU) ha instalado su campamento, que actualmente está desbordado. Este centro de tránsito solo tiene capacidad para dar cobijo a 1.000 personas, así que la mayoría de los migrantes duermen a la intemperie o bajo cobertizos improvisados.
“Tendremos una verdadera crisis humanitaria en Assamaka si continúa esta situación. Una gran epidemia podría estallar muy rápidamente si una persona se contagia de sarampión, meningitis o COVID”, advierte Diabry Talaré, coordinador de Médicos sin fronteras en Agadez.
En teoría este centro de la OIM debería ser temporal para los migrantes, que desde allí tendrían que poder volver a sus países de origen o a otros lugares donde se encuentren sus familiares. No obstante, como la mayoría de ellos llega sin documentación o teléfonos móviles esta recolocación es muy complicada y se ve agravada por el aislamiento geográfico de esta aldea a la que apenas llegan las telecomunicaciones.
Están, literalmente, abandonados en el Sáhara.