Como parte del trabajo pro-bono que hacemos en nuestro despacho, en este último año hemos ayudado a 10 mujeres afganas a escapar del régimen talibán, tramitándoles su evacuación para su posterior asilo en España.
Llegar a Europa es un gran alivio pues escapan de la muerte, pero no es tampoco el fin de sus problemas. Imagínate llegar a un país donde todo el mundo habla un idioma que no entiendes. Donde el alfabeto es diferente.
Donde como mínimo los seis primeros meses no tienes papeles porque dependes de que la burocracia te conceda finalmente el asilo. Donde no entienden tus costumbres. Sin tu familia y lejos de todo lo que conoces. Donde probablemente nunca podrás ejercer la profesión para la que tanto te preparaste. Sin casa, sin recursos propios.
A eso súmale ser mujer, y partir de la base de que es probable que ganes menos que un hombre migrante con la misma educación y experiencia, eso si consigues algún día tener trabajo.
Las mujeres migrantes están en mayor riesgo de sufrir violencia de género. Tuvimos el caso de una mujer que logró salir con su marido y su bebé. Al poco de llegar a España me llamaba para decirme que su marido la había amenazado con un cuchillo y no sabía qué hacer.
Estas mujeres a menudo se enfrentan al estigma y la discriminación por parte de la comunidad local. Aprendí que llevar el hiyab u otro símbolo religioso es muchas veces para ellas una forma de recordar de dónde vienen.
Alguna vez todos hemos escuchado la frase “los inmigrantes nos quitan los trabajos”, después de haber visto su situación de cerca, si alguien en las condiciones tan precarias que acabo de relatar nos quitase el puesto de trabajo, habría simplemente que plantearnos nuestra valía como profesionales…
De esta experiencia me quedo con tres aprendizajes importantes:
- El choque cultural al que se enfrentan estas mujeres una vez llegan a Europa es enorme. Pasar de vivir en un país donde no puedes ni salir al parque, ni viajar sin un tutor masculino, ni asomarte a la ventana… y llegar a otra tierra con otra vida tan diferente las deja al principio paralizadas, a pesar de que son las mujeres más fuertes que he conocido nunca. Las mujeres que sacamos tenían estudios superiores y una profesión en Afganistán antes del ascenso al poder de los talibanes. Precisamente por eso son perseguidas. Es muy difícil que puedan volver a ejercer sus profesiones en esta nueva vida en Europa, y eso es desolador.
- Como los recursos son limitados, elegir unos asuntos y descartar otros supone un conflicto ético enorme. Cuando consigues sacar a una y le tienes que decir que toda su familia no se puede ir con ellas es también un trago muy duro.
- Todos podemos aportar nuestro grano de arena: aún siendo abogados mercantilistas nuestras ganas fueron suficientes para conseguir 10 casos de éxito. Y es que quien tiene un por qué, siempre encuentra el cómo.
¿Será posible imaginar un mundo mejor para poder vivir en uno?
Artículo escrito por Teresa Pérez Cruz, abogada fundadora de TPC ABOGADOS/AVOCATS